Hoy como ayer, mañana como hoy ¡y siempre igual! Un cielo gris, un horizonte eterno y andar..., andar.
Moviéndose a compás como una estúpida máquina, el corazón; la torpe inteligencia del cerebro dormida en un rincón.
El alma, que ambiciona un paraíso, buscándole sin fe; fatiga sin objeto, ola que rueda ignorando por qué.
Voz que incesante con el mismo tono canta el mismo cantar; gota de agua monótona que cae, y cae sin cesar.
Así van deslizándose los días unos de otros en pos, hoy lo mismo que ayer..., y todos ellos sin goce ni dolor. ¡Ay!, ¡a veces me acuerdo suspirando del antiguo sufrir... Amargo es el dolor; ¡pero siquiera padecer es vivir!
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